Cañas Eging: El Arte Del Calamar

Las cañas eging son como el as bajo la manga de cualquier friki de la pesca de calamares y sepias. No es broma: están hechas al dedillo para cazar cefalópodos, con detalles que hasta parecen de otro planeta. Esto del eging está pegando fuerte últimamente, y no me extraña: es efectivo y encima tiene su rollito.

¿Medidas? Pues suelen ir de 2,10 a 3 metros. Ni muy cortas, ni palo de escoba. Justo para encontrar ese punto dulce entre control y distancia. ¿Por qué? Porque aquí lo que mola es el movimiento de muñeca, ese vaivén que le da vida al egi (el señuelo-imitación de gambita que vuelve locos a los calamares). Si la caña no es rápida o extra-rápida, ya puedes menearla que el señuelo ni se inmuta. Por eso, aquí la velocidad lo es todo.

Luego está el tema del peso. Ultraligeras, colega. Nada de acabar con el brazo hecho polvo tras tres horas de meneo. Casi siempre usan carbono de alta densidad, que no es barato, pero vaya si marca la diferencia. Te permite notar hasta el roce más leve de un calamar curioso. Y la potencia, pues light o medium-light, para manejar egis de diferentes pesos sin perder esa acción tan característica.

¿La empuñadura? Una delicia. Antideslizante y pensada para que no se te escape la caña ni con las manos mojadas. Además, la longitud es la justa para apoyar el antebrazo y no acabar reventado tras una sesión larga. El portacarretes, por cierto, está puesto ahí con precisión de cirujano: equilibrio perfecto para usar carretes spinning de tamaño medio, como dios manda.